El uruguayo en la Bienal de Venecia 2024
Con su obra Latente, el artista explora la intersecci贸n entre su espacio creativo en Uruguay y el Renacimiento veneciano. La instalaci贸n incluye la transferencia de las paredes de su taller a Venecia y un di谩logo con el pintor Tintoretto. Latente aborda ideas de identidad y extranjer铆a, en sinton铆a con el tema de la Bienal.
Por Sofía Vanoli
El artista uruguayo Eduardo Cardozo ha dejado su huella en la escena global durante la 60ª Exposición Internacional de Arte de La Biennale di Venezia con su ambicioso proyecto Latente. Como la entrada oficial de Uruguay, esta obra inmersiva y multifacética encapsula el diálogo único del artista entre su país natal y el Renacimiento veneciano, conectando dos mundos distantes y tradiciones artísticas.
Latente representa un viaje profundamente personal para el artista, quien deja al descubierto las capas de su entorno creativo para exponer el interior más profundo de su taller. A través del uso de la antigua técnica veneciana del stacco, que implica transferir las capas superficiales de una pared, Cardozo ha llevado la propia piel de su estudio ubicado en Montevideo a la ciudad de Venecia. Esta exposición cruda y táctil de su espacio de trabajo simboliza lo que el artista llama «el desnudo», el primero de los tres componentes principales que conforman su instalación.
El transporte de las paredes del estudio del artista, y de más de 60 placas de yeso junto con volúmenes de gasa frágil, fue una verdadera hazaña logística. Esta implicó empacar cuidadosamente los elementos en capas de espuma y cajas de madera, que luego fueron transportadas en avión a Frankfurt antes de hacer su viaje final en camión a Venecia. Una vez allí, Cardozo, con la colaboración de Álvaro Zinno, emprendieron la ardua tarea de instalar la obra en un espacio completamente nuevo. La tarea llevó aproximadamente un mes.
La instalación, meticulosamente elaborada bajo la dirección curatorial de Elisa Valerio, y con la colaboración de Zinno, fue exhibida en el pabellón nacional de Uruguay en los renombrados Giardini, donde ha cautivado a cientos de miles de visitantes internacionales.
Una conversación a través del tiempo y el espacio Al describir el proyecto, este se destaca como una conversación a través del tiempo y el espacio, entrelazando las raíces uruguayas de Cardozo y su fascinación con el pintor veneciano Tintoretto, una de las figuras más enigmáticas del Renacimiento.
El diálogo entre estos dos artistas, separados por siglos, se expresa en tres momentos clave de la instalación: «el desnudo», «los ropajes» y «el velo».
«El desnudo» es la parte más cruda de la pieza, mostrando las paredes físicas del atelier de Cardozo, con todo su desgaste e imperfecciones, transferidas a Venecia mediante el stacco. La transferencia no es solo una técnica; es una exposición simbólica del espacio íntimo de Cardozo, sus orígenes creativos y la fragilidad inherente a su arte.
La segunda parte, «los ropajes», sirve como la interpretación del artista del boceto preparatorio de Tintoretto para El Paraíso, una pintura monumental alojada en el Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid. A través de un estudio detallado de los métodos de Tintoretto, Cardozo crea una reinterpretación tridimensional de los ropajes que aparecen en el boceto.
Utilizando lino y lienzo, moldeados y pintados con óleos y acrílicos, los nuevos ropajes de Cardozo evocan las formas retorcidas e intrincadas de las figuras de Tintoretto, pero despojadas de su contexto original. Lo que queda es el gesto, la luz y el color, un homenaje al lenguaje pictórico distintivo del veneciano.
Finalmente, «el velo», una tela ligera y translúcida hecha con los restos del lino utilizado en la transferencia de las paredes, cuelga en el centro del espacio de exhibición. Este elemento introduce un sentido de misterio y seducción, revelando y ocultando partes de la instalación simultáneamente. El velo crea un espacio donde se invita al espectador a interactuar con el arte a un nivel más profundo, develando las capas ocultas que conectan a los dos artistas.
Además de explorar la fascinación de Cardozo con el artista italiano, Latente encaja a la perfección con la temática de la actual edición de la Bienal: «Stranieri Ovunque» (Extranjeros en todas partes), una reflexión sobre el sentido de desplazamiento y la fluidez de la identidad en el mundo moderno.
La frase, tomada de una serie de esculturas de neón del colectivo de arte Claire Fontaine, resuena profundamente en un momento en que los temas de migración, identidad y pertenencia están al frente del discurso global.
Para Cardozo, cuyo trabajo en Latente involucra el desplazamiento físico de las paredes de su estudio de Uruguay a Venecia, el tema adquiere un significado íntimo y personal. Su instalación se convierte no solo en una metáfora del espacio extranjero, sino también en una exploración de cómo se construye la identidad a través de los lugares que habitamos.
URUGUAY EN VENECIA: UNA TRADICIÓN DURADERA
Desde la década de 1960, Uruguay ha sido uno de solo tres países latinoamericanos, junto con Brasil y Venezuela, en mantener su propio pabellón en la prestigiosa sección de los Giardini de la Bienal de Venecia. Este año marca la 26ª representación oficial de nuestro país. El pabellón, un espacio rectangular de 12x8 metros, ofrece a los artistas la oportunidad de adaptarlo y transformarlo según las necesidades de sus proyectos. El espacio es una representación simbólica del compromiso de Uruguay con el intercambio cultural internacional y su apoyo a los artistas nacionales que buscan expandir su alcance más allá de las fronteras de Sudamérica.