Creer que se puede

Optimismo y perseverancia son combustibles esenciales del motor de Patricia Pita Gago, la piloto uruguaya que ha hecho historia comopiloto de rally, tanto en el plano local como en el internacional. Superando múltiples obstáculos, alcanzó su sueño de competir en el Rally Dakar 2023 en Arabia Saudita. Su próximo objetivo es estar entre las 15 mejores de su categoría en la edición 2024.

Por Luis Cabrera

Atravesar la meta del Rally Dakar 2023, algo que ninguna otra piloto uruguaya había hecho antes, fue un sueño cumplido para Patricia Pita Gago. Sin embargo, la sensación de paz que la corredora puntaesteña esperaba encontrar nunca llegó. El objetivo por el que tanto esfuerzo había hecho estaba cumplido, pero la meta ya se había movido y su camino, tan histórico como desafiante, ahora la lleva más lejos.

«Yo me imaginé que en algún momento, cuando terminara el Dakar, iba a sentir paz», afirma Patricia, en diálogo con The Select Experience. «Estaba convencida y era lo que quería. Nunca tuve esa sensación». «Ya venía en los tramos de enlace pensando cómo iba a hacer para volver, mejor preparada, en 2024», explica.

Patricia desborda amabilidad, energía y optimismo, elementos que hacen relevante la aclaración sobre su edad -«Soy mayor de lo que aparento», dice la piloto de 33 años apenas se presenta-, chocan de lleno con el detallado repaso de lo que fue el camino previo a lagar el Rally Dakar en Arabia Saudita: «El desgaste emocional y físico del año pasado es insostenible», señala.

El sueño cumplido, y lo difícil que fue llegar hasta allí, sería suficiente para que la mayoría diéramos ese capítulo por cerrado. Para Patricia, en cambio, una vida de obstáculos, perseverancia y trabajo en sí misma la preparó para recorrer cualquier terreno, sin importa lo difícil que sea.

La soledad de ser la primera

Patricia es la única hija del piloto de carrera Jorge Pita con Luz Gago -en total son cuatro hermanos- y desde pequeña su vida ha estado muy ligada a la carrera de su padre, al trabajo social de su madre -en la ONG Zonta Internacional- y a la filosofía de vida de ambos. «Toda la vida me enseñaron lo que es la perseverancia a través de sus historias», comenta.

Es sencillo ver la relación que generó con su padre, de quien tomó la pasión por el automovilismo, pero igual de significativa es la influencia de su madre, quien quedó sorda cuando Patricia era una bebé. «Mamá me dio mucha de las herramientas que tengo hoy en día», señala la corredora uruguaya. «Si la ves hoy, no te das cuenta que tiene una discapacidad».

Con la posibilidad de tomar control del negocio familiar, Pita Motors, Patricia eligió seguir a su padre por el otro camino y, en su recorrido, hacer historia.

Ser la «primera» es algo que está ligado a toda tu carrera como piloto. ¿Fue algo que tuviste siempre presente?
Yo sabía que iba a ser la primera [piloto de rally en la historia de Uruguay] en 2012. Me lo hicieron saber y me hicieron sentir que estaba sola. Yo llegué con una sonrisa, pero me empecé a encontrar con un montón de prejuicios y realidades que me hacían cuestionar todo el tiempo cuánto más fácil hubiese sido todo si fuese varón. Esos primeros años fueron difíciles, porque tengo una personalidad un poco ingenua, tiendo a pensar que todas las personas tienen buenas intenciones. También soy muy positiva y eso te hace más vulnerable.

¿Cómo se te hacía sentir la diferencia de género?
Me trataban como la nena de papá que iba a jugar, pero era mi pasión. Esas cosas a mí me lastimaban, no tenía la madurez emocional para enfrentarlas. Hoy me siguen lastimando, pero estoy muy tranquila conmigo misma. El tema de ser la primera es que estás sola. No sabés la cantidad de mujeres que me escriben diciéndome que su sueño era ser piloto de autos o competir en el Dakar.

¿Valorás ese impacto que has generado en otras mujeres deportistas?
En 2016 me empieza a auspiciar la Intendencia de Maldonado y el trato es que tenía que venir a correr el Rally de Punta del Este. Cuando llego al motorhome había una fila de niñas con mi poster buscando mi firma. Las madres me decían que soñaban con ser pilotos como yo. Ahí me empezó a caer la ficha. Por el simple hecho de estar, porque entonces no estaba haciendo nada para fomentar a las otras mujeres, ya se estaba generando eso. Mi motivación empezó a cambiar y comencé a tomar consciencia y responsabilidad de que soy esa referente que yo no tuve. En mi cuarto estaban los posters de Gustavo Trelles, no de una mujer.

También fuiste la primera mujer en el Rally Cordobés en 2015. ¿Cómo fue esa transición?
Me fui al casamiento de una amiga y me quedé allá. No le dije a nadie, porque si lo comentaba me iban a decir que era una locura. Le escribí al Rally Cordobés y me reuní con su presidente, Gustavo Beccaría, a tomar un café en un shopping y le conté lo que quería hacer: «No tengo nada, pero quiero venir a correr acá». De ahí salí con equipo, con copiloto y ayuda económica. Mis padres, antes que les pudiera contar, se enteraron por un artículo en internet. Ellos me ayudaron a correr la primera fecha. Ahí sí fui la primera mujer piloto en el Rally Cordobés y no era algo que me había planteado.

Y enseguida llegó un balde de agua fría. ¿Cómo lidiaste con esa sanción?
Fue muy injusto todo. Se me sanciona por un error en la emisión de la licencia deportiva. Era un error en un correo electrónico. A las pocas semanas nos enteramos que muchos pilotos fueron a correr a Argentina, cometieron el mismo error y no pasó más de una advertencia.

Elegiste no volver. ¿Cómo fueron esos meses de inactividad?
Estaba muy mal cuando pasó lo de la suspensión. Alquilé un departamento, vendí mi auto acá, conseguí trabajo en una concesionaria. Estaba bastante sola. Cuando mi familia fue para mi cumpleaños, habían pasado cinco meses que no nos veíamos y yo había engordado 20 kilos. Quedaron todos sorprendidos. Estaba en una depresión importante y no me había dado cuenta lo mal que estaba. Era el espejo de algo que no estaba exteriorizando. Mamá se quedó conmigo y una frase suya la guardé para siempre: «Tenés una piedra fea y grande en el camino, podés sentarte a llorar o buscamos la manera de pasarle por arriba». Con ella me anoté en el gimnasio y ahí me ofrecieron un sicólogo deportivo que, por ser en Córdoba, se especializa en pilotos de autos: Pepe Bisconti. La preparación mental es todo. A vos no te puede ir bien si vos no estás bien.

El tramo más difícil de su carrera

La sanción en Córdoba terminó, Patricia volvió a competir en el Rally Cordobés y luego, en 2016, en el Rally Argentino. Continuó haciendo historia, conformando con Nadia Cutro el primer equipo de pilotos mujeres en Sudamérica. «Por primera vez estaba en un equipo en el que me sentía muy cómoda, en un categoría que permitía proyectarse a futuro», recuerda. Sin embargo, un recorte del presupuesto le truncó la temporada y, pese a su personalidad, esta vez, ganó la frustración.

«Sentía que cada vez que podía despegar algo me cinchaba para abajo», señala. En 2018 volvió de manera definitiva a Uruguay y, con su madre atravesando tres operaciones de columna, se enfocó en cuidar de ella. Fue entonces que la televisión comenzó a tocar su puerta, con participaciones en MasterChef Celebrity 2021, Día Cero y Cena con mamá, de Hugo Soca. «[La TV] me abrió un montón de puertas, me hizo más conocida», explica. «Era un buen momento para aprovechar esa exposición». Volvió a subirse a un auto y competir en el rally local, pero tras otro campeonato inconcluso, consideró que su carrera como piloto de rally había terminado.

¿Cuán cerca estuviste de retirarte?
Me encontré de nuevo con esa sensación de que algo me cinchaba hacia abajo. Le dije a Juan Pablo, mi terapeuta: «No lo estoy disfrutando, siento que hace años nada se me da, que cumplió un ciclo el rally para mi; me voy a retirar». Fue él quien me dio el empujoncito, diciéndome que estaba como para apostar a más. Eso me quedó sonando en la cabeza.

¿Cuándo se transformó en la idea de correr el Dakar?
Hablé con el «Oso» Sergio Lafuente, referente del Dakar en Uruguay. Él me dio sus conocimientos y cuánta plata iba a necesitar. Ese fue el primer paso.

¿Cómo fueron los meses siguientes, buscando un presupuesto aún más elevado que antes?
Conseguir el presupuesto para ir al Dakar fue lo más difícil que he hecho en mi vida. Cuando empecé a correr, me pasaban números de teléfono de gente y yo estaba una hora sentada adentro del auto, con las manos sudando, porque me daba mucho miedo y vergüenza pedirles plata. Para el Dakar tenía que conseguir como 200.000 euros para ir de una manera mediamente digna. Fui con mucho menos.

¿Hubo momentos donde pensaste que no llegabas?
A fines de agosto confirmó el primer sponsor, Ancap. La fecha de cierre de inscripciones era fines de octubre y teníamos que girar 30.000 dólares que no tenía, porque la plata que Ancap puso es mediante la Comisión de Proyectos Deportivos (Comprode). La plata para la inscripción apareció el día antes de que cerrara la fecha. Al otro día el equipo me pasa otra fecha, ahora había que girar 55.000 dólares. No llegaba y la extendieron hasta el 2 de diciembre. El 30 de noviembre me da la reunión el presidente. Fue una reunión muy amena, tuve reuniones muchos más estresantes. Le dije que era el último recurso que tenía para conseguir lo que me faltaba y con su ayuda apareció la plata. Giramos la plata el mismo día de cierre. A cuatro días de irme a Arabia se caen 10.000 dólares de un sponsor. A mamá y papá les entró la última cuota de una chacra que teníamos, unos 13.000 dólares, y vinieron llorando a decirme que me daban esa plata. Ellos sufrieron un montón de verme cómo estaba. Se me caía el pelo a mechones, era impactante.

¿Qué te motiva después de esa experiencia a volver a la carga este año?
Este año tengo más sueños, los que son más ambiciosos en el sentido económico, pero siento que el proceso ya es diferente.

¿Cómo te preparó todo lo vivido para las exigencias del Dakar?
Yo sufrí el año pasado y después, cuando estaba en el Dakar, me pasaban cosas y mi actitud era otra. Sentía que el Dakar ya lo había corrido. Después de la etapa maratón, que se corre sin equipo ni asistencia, nos enteramos que habían quedado 40 autos tirados en el desierto. Me quedé despierta esa noche largo rato, buscando señal porque hacía días no hablaba con Andrés, mi novio, ni con mis padres. Ahí me cayó la ficha y di gracias a Dios por todo lo que pasé, porque en ningún momento algo me desencajó. Fue tanto lo que aprendí y lo fuerte que me hizo, que incluso me acordé de las personas que me han hecho daño, los que me pusieron la sanción en Argentina, por ejemplo, y les agradecí. Todo lo que te pasa en la vida te tiene que pasar. Hay que aceptar que vivimos lo que tenemos que vivir.

Es una filosofía que demanda tiempo y perspectiva.
En el momento obvio que las cosas te dan rabia, pero hoy estoy muy agradecida por todos esos obstáculos, porque durante el Dakar vi gente abandonar llorando, quebradas. Yo viví momentos de pánico, pero nunca pensé en abandonar. Pasas por todas las emociones y te vas superando constantemente. El Dakar es eso: todos los días ir un poco más lejos de lo que creías que podías ir.

¿Cómo valoras lo que has hecho y los sueños que has cumplido?
Me cuesta mucho ponerle valor a lo que he ido haciendo. El éxito está en el camino, no en la llegada. Nosotros toda la vida nos imaginamos que el punto de llegada está en la meta, pero cuando llegas la meta se movió y el camino se alargó. Este año quiero prepararme mejor y contar con un equipo con más experiencia; competir en el Rally Cross Country chileno y en el Desafío Ruta 40, de Córdoba a Salta. Quiero ir encontrando un ritmo que me permita terminar en un top 20 en el Dakar 2024. Con mejores recursos puedo apuntar a eso.

LAS OSCURAS NOCHES DEL DESIERTO ÁRABE
Nada de lo que ocurrió en Arabia Saudita amedrentó a Patricia o a su copiloto, el argentino Rubén García. Esto no quiere decir que el increíble recorrido por el desierto árabe estuviera exento de sobresaltos, mucho estrés y sacrificio. La noche, en particular, probó ser un problema desde el vamos. «Largamos bien la primera etapa, pero en un momento nos enterramos en una duna», recuerda la uruguaya. «Para cuando salimos el sol estaba bajando y nos quedaban 180 kilómetros». El Can Am Maverick fue un aliado con el que Patricia se encariño y al tipo de vehículo que planea volver a subirse en 2024, pero una importante mejora que debe sumar pasa por sus luces: mientras otros competidores utilizaron potentes paneles LED para combatir la oscuridad de la noche en el desierto, su Cam Am tenía solo focos normales.

«Manejamos por cuatro horas, de noche y por dunas cortadas, muy peligrosas», explicó Pita. «Cuando encontramos un camión con buenas luces lo seguimos, hasta que desapareció en una duna. Había caído. Mientras Rubén quitaba las libras de nuestras ruedas, yo empecé a subir la duna caminando para ver dónde terminaba. Entonces escuché venir un auto». De las 73 personas que han perdido la vida en las 45 ediciones del Rally Dakar, la mayoría (56) no han sido competidores. En la edición 2023, la única muerte del certamen ocurrió cuando un espectador italiano ubicado en una duna fue atropellado por un camión. Varios otros imprudentes, algunos hasta sentados en sillas en las dunas, estuvieron cerca de sufrir el mismo destino. Esa noche, Patricia reaccionó velozmente: «Me tiré en palomita y fui rodando por la duna hasta llegar a nuestro auto», detalló sobre aquel gran susto.

Además de la oscuridad y los desafíos del terreno, Patricia también debió lidiar con el catering elegido para los participantes, donde fuera de la pasta y alguna ensalada, reinaba la comida local. «Lo único que yo comía era harina. Había llevado tres paquetes de alfajores para regalar, pero me los comí casi todos», admite entre risas. «Entraba desesperada a la carpa a comer. De mañana tenía que limpiar porque daba vergüenza ver todo lleno de envoltorios».

TRANSMITIR SU EMPUJE A LOS MÁS PEQUEÑOS

El Plan de Impacto Social, un proyecto ideado por Pita y apoyado por las marcas que la acompañaron en el Dakar, recorrerá, a partir de junio, todos los departamentos del país, en un formato por etapas, y que tiene como objetivo trasladar la experiencia de Patricia a niños y niñas, realizando un trabajo de concientización vial e inspirando en pos de un cambio en el temperamento uruguayo: «Quiero llevar mi historia a las escuelas para, primero, promover la práctica del deporte», explica la piloto. «También quiero trasladar mi motivación: que los niños sepan que se puede. Siento que en Uruguay hace falta creer. Acá la gente no tiende a creer que las cosas son posibles. Después, como me ocurrió a mi, te felicitan porque pensaron que no ibas a poder. ¿Y por qué pensaron eso?».

El pesimismo va en contra de la personalidad de Patricia, por lo que luchar contra esa lectura de parte de los más pequeños es algo que la mueve a realizar este tipo de acciones: «Lo que quiero comunicar es que se pueden lograr los sueños», afirma. «Es obvio que no todos tenemos las mismas oportunidades, que hay montones de sesgos y situaciones que complican, pero también es posible salir adelante».