El legado del «Milagro»

Netflix prepara para 2023 una nueva película sobre el «Milagro de los Andes», del cual en este próximo octubre se cumplen 50 años. Fernando Parrado, quien ha participado de la producción, adelanta sus impresiones sobre el film, al tiempo que comparte una filosofía de vida que fue clave para sobrevivir la tragedia y vivir a pleno la «segunda parte de su única vida».

Por Luis Cabrera
Fotos: Ari Dunski

El próximo 13 de octubre se cumplirán 50 años de la caída del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en los Andes. La muerte de 29 personas de las 45 que viajaban en al avión le da el nombre de tragedia, pero lo que ocurrió 72 días después, cuando Fernando Parrado y Roberto Canessa emergieron de las montañas para dar con el arriero chileno Sergio Catalán y lograr el rescate de los otros 14 sobrevivientes es lo que se conoce como el «Milagro de los Andes».

Parte tragedia, parte milagro, la historia es única para el mundo y ya ha sido objetivo de múltiples obras, incluyendo la película ¡Viven!, protagonizada por Ethan Hawke y estrenada en 1993. Aquel film del director Frank Marshall se basó en el libro homónimo del británico Piers Paul Read. Este año, Netflix está produciendo una nueva adaptación de la historia, pero más cercana, con la dirección del español Juan Antonio Bayona, la dirección de fotografía del uruguayo Pedro Luque y varios actores ríoplatenses, con parte de su rodaje en Montevideo y adaptando el libro de Pablo Vierci, La Sociedad de la Nieve, del cual el film toma su nombre.

La pandemia no le permitió al gigante del streaming que la película estrenase en el 50º aniversario del hecho, pero su rodaje ha abierto las puertas a la participación de los sobrevivientes, como Fernando Parrado, quien ha estado envuelto en gran parte de la producción.

Libros, películas, documentales, obras de teatro y hasta canciones han surgido basados en su historia. ¿Cuánto valora poder participar de esta producción?
La historia del «Milagro de los Andes» es algo que nos ha sobrepasado totalmente. En el mundo, es una historia como la del Titanic, que no tiene vuelta atrás y que se va magnificando en el tiempo por lo que fue esa historia. Hoy irrepetible por la tecnología. Habría tantos teléfonos celulares en ese avión que en una hora estaríamos rescatados. Surgen cosas en el mundo, ideas, reportajes, documentales, libros, sobre las cuales nosotros no tenemos mucho control. Es una historia universal, como la Segunda Guerra Mundial. Podés escribir sobre la Segunda Guerra Mundial sin tener que hablar con los sobrevivientes.

¿Cree que la hazaña que realizaron para sobrevivir se valora en Uruguay tanto como en otras partes del mundo?
Esta historia nos ha sobrepasado y es un tema que, a pesar del paso del tiempo, sigue muy vigente por la odisea que fue. Estaba todo dado como para que no sobreviviera nadie. En países donde se sabe lo que es el frío, las montañas y sobrevivir en esas condiciones, se guarda como un ejemplo de resiliencia y supervivencia. En Suiza, Austria, Alemania, EEUU, Nepal, en países donde hay mucho frío, mucha montaña y altura se respeta la historia de una forma impresionante, de manera exponencial comparado con Uruguay, donde somos criaturas del llano total.

¿Cuál es su consideración del libro de Pablo Vierci que adapta la película?
Pablito fue casi compañero de banco mío toda la vida, estuvo en mi clase y nos conoce a todos profundamente. Es un libro muy bueno, porque una cosa es que venga un escritor y escriba sobre nosotros, y otra que lo haga Pablo.

¿Cuán involucrado ha estado en las etapas de producción de la película?
En la producción de la película hemos estado al tanto de casi todo y trabajando muchísimo con el director [Juan Antonio] Bayona. Es una historia que, realizada por un director europeo como Bayona, con una sensibilidad diferente y una hiperrealidad, va a transformarse en una película que va a marcar una época. ¡Viven! fue un clásico y creo que La Sociedad de la Nieve la va a superar. Con otro punto de vista, con técnicas diferentes, son 25 años después y el cine ha cambiado. Creo que va a ser un buen documento, un legado que va a quedar.

¿Espera que tenga un impacto similar al que tuvo ¡Viven!?
Creo que va a ser una película importante como clásico del cine, porque tiene una historia muy fuerte. Eso pasó con ¡Viven!. Hay gente entendida que me dijo que va a ser la película de la década.

¿Le preocupa el tratamiento de los momentos más trágicos, los «horrores», como usted los llamó, que fueron necesarios para sobrevivir?
La película no va a ser documental o una serie. Va a ser hiperrealista, fuerte. Bayona quiere que el que la miré sienta que está ahí, en la nieve. Tengo interés en ver el producto final.

Teniendo en cuenta que el rol de Nando Parrado es siempre protagónico en la adaptación de lo ocurrido. ¿Qué siente que se traduzca su historia a la pantalla?
Mi vida ha sido arrastrada por la avalancha de esta historia, de la que no me puedo separar, pero mi historia es diferente. Muchas veces la gente no se da cuenta, pero de los 16 sobrevivientes yo perdí mucho: a mi madre, a mi hermana, a mis dos mejores amigos. Panchito [Abal], que usaba mi ropa y era casi parte de mi familia. Me fracturé la cabeza, estuve en coma, me recuperé y lideré las expediciones. Crucé los Andes a pie, me subí al helicóptero, rescaté a los demás. Muchos de los otros no tuvieron ni un rasguño, algunos estuvieron sentados 72 días adentro del fuselaje. Al volver ellos son abrazados por sus familias y sus novias, y mi vida está destrozada. Mi padre estaba loco. La ropa de mi madre estaba colgada. Mi tragedia empieza cuando yo llego.

Esta es la primera entrevista que doy sobre el tema en ocho años. Hablé en el podcast [«Sé feliz y deja huella», entrevistado por Majo Soler] y ahora esto, para Santander, que es mi banco, una empresa que me ha dado mucho a lo largo de mi vida. No voy a programas a explicar la heroicidad ¿De quién? Yo sobreviví con el afán de volver a ver a mi padre y no siento que hice algo heroico, sino que luché por mi vida. Cada uno tiene su historia, yo no digo que sea mejor o peor, pero es diferente. A veces nos preguntan: «¿Ustedes qué piensan de las familias que no volvieron?» Yo no participo porque mi respuesta es «pará ¡si yo soy el que más perdí!».

Se cuenta poco esa parte de la historia, la vida después del regreso.
Yo me quedé en Chile una semana con mi padre y después volvimos. Mi padre, muy sabio y de mucho sentido común, aún dentro de la tragedia, me dijo: «Nando, esto pasó, no lo podemos negar. Vamos a no destruir la segunda parte de nuestra única vida. Vivamos lo que nos queda lo mejor posible». Uno puede sufrir todo lo que quiera o puede dejar de sufrir. Eso depende de cada uno.

Mirar hacia adelante

El pragmatismo es una filosofía de vida que Parrado heredó de su núcleo familiar, especialmente de su padre, a quien describe como un hombre «poco educado» -«Fue al colegio, en Santa Catalina, solo hasta quinto año», apunta-, pero muy sabio, y cuyas enseñanzas trae a la memoria hasta el día de hoy. «Era muy pragmático, me decía ‘las cosas son como son, no como uno quiera’», recuerda. Esa filosofía fue esencial para ambos a la hora de enfrentar la tragedia de haber perdido a la mitad de su familia en el accidente.

«En la vuelta empezó otra vida», recuerda sobre el retorno a Uruguay, a fines de 1972. «Me tuve que ir a vivir solo a otro lado. Mi madre y mi hermana muerta, mi padre estaba loco. Él había perdido todo en un segundo. Mi viejo también resucitó. Es diferente a otros que volvieron a ser abrazados por sus familias, sus novias y durmieron esa noche en su cama».

¿Cómo fue el duelo de las pérdidas de tantas personas tan cercanas?
Yo debo ser un tipo muy raro, muy pragmático, igual que mi padre. Mi duelo duró un día. La gente no lo entiende, pero lo que pasó no lo puedo remediar. Hay gente que pasa por situaciones traumáticas y entra en un espiral. Yo nací de vuelta, voy a vivir. Mucha gente sufre tragedias en el mundo, yo no creo que la mía sea mayor ni peor que otras. Hay gente que se quiebra y se queda. Mi duelo fue muy breve.

Un comentario interesante, tomado de los que lo conocen, es que la experiencia en Chile no lo transformó en otra persona, sino que las características que lo impulsaron a caminar hacia su salvación, como ese tesón y esa voluntad de lucha para no entregarse ante la muerte, estaban ya en su personalidad.- ¿Cuánto de esto atribuye a su crianza?
Yo agradezco la educación de mi familia, no solo por lo que me dijeron, sino por lo que vi. Vi el esfuerzo de mi madre, emigrante ucraniana, de mi abuela, de mi padre. A mi padre le gustaba leer libros de aventuras y siempre me decía: «El pánico te mata y el miedo te salva». Eso en cualquier situación de la vida. Eso me ayudó mucho. Además, yo no me siento diferente a otro, no hay superhombres, sino que la vida te pone frente a ciertas circunstancias y ahí ves lo que haces. La gente idealiza o supone que sos un superhombre y no es así. Yo he aprendido mucho de mis errores y no tengo nada especial. La vida me tiró ahí y fui reactivo. Yo no me quería morir. La vida es más simple de lo que a uno le parece.

Una pasión que condujo a otra

El pragmatismo que aplica a su vida no hace de Parrado una persona exenta de pasiones, por contrario, son estas las que han alimentado esas ganas de vivir y seguir viviendo que salvaron su vida y hoy, 50 años después, lo han vuelto una persona plena, con la familia que tanto temió no tener.

Su primera pasión fueron los deportes de motor. Con su padre, fundador de la Asociación Uruguaya de Volantes, tuvo acceso de primera mano a un mundo que lo sedujo y lo transformó en piloto de carreras, primero en Uruguay y luego en Europa.

De lo mucho que le dejó su vida detrás del volante -entre ellas amistades cercanas con el exjefe de la F1, Bernie Ecclestone, y el legendario piloto escocés Jackie Stewart-, la competición le permitió reencontrarse en Bélgica con Veronique Van Wassenhove, con quien lleva 43 años de casados y ha formado una familia compuesta por dos hijas -Verónica y Cecilia- y cuatro nietos.

¿Qué recuerdos son los que más atesora de su experiencia como piloto de carreras?
Haber sido bendecido de poder correr en Europa en un equipo oficial como Alfa Romeo. Para un uruguayo llegar a ser piloto oficial de una marca como esa era algo muy bueno. Yo era muy buen piloto de carreras, pero no excepcional. Corriendo en Europa con los mejores del mundo te das cuenta. Si fuera tenis, sería un jugador que anda por los cuarenta; buenísimo, pero no uno de los primeros diez. Me di cuenta que no era excepcional, comparado con los Senna o Hamilton de aquella época. Lo disfrutaba, era como un músico que entra en trance ejecutando algo en la Escala de Milán o el Sodre.

A mi me fascinaba la concentración y la perfección de la conducción al límite. Que te salga perfecta la maniobra, la vuelta y el rebaje ideal, son sentimientos iguales a los que tiene un músico con su instrumento.

También le permitió establecer amistad con figuras importantes.
Me ha dejado importantes amigos y mentores. He tenido amistad con Carlos Reuterman y con Jackie Stewart. Jackie es una gran persona, ha sido campeón del mundo varias veces de F1, cuando era muy peligroso, cuando morían dos pilotos por año de los 24 que estaban en la grilla. Tuvimos la posibilidad de engranar como amigos. Me enseñó mucho sobre profesionalidad, por ejemplo. Es un gran amigo, soy padrino de su hijo Paul. Es como una especie de familia lejana. Él ha venido acá a Uruguay a quedarse a casa y yo me quedo en su casa como si fuera la mía. Tenerlo como amigo y, sobre un café, té o un trago de noche, poder hablar con él de autos, es como tener a Messi enfrente para hablar de fútbol.

¿Cuán valioso es para usted hoy el núcleo familiar y de amistades que ha construido luego de haber perdido tanto?
Cuando uno está frente a la muerte, todo se borra excepto el amor. Mirá que a mi me gustan las cosas materiales: me gusta un buen auto, viajar o comer bien. Pero no voy a hipotecar a mi familia para obtener nada de eso. Mi agonía y la de mis amigos fue muy larga, fueron 72 días. Hoy sé que estoy vivo, pero en esos días me sentía muerto, con muchas horas para estar quieto y pensar. Las dos cosas que me taladraban el cerebro eran cómo me iba a morir de hambre o congelado en una grieta; y qué nunca iba a tener una familia. Pensaba que había alguien en el mundo que no iba a conocer porque me iba a morir. Cuando salí de ahí, tener la familia que tengo con Veronique, quien ha sido un pilar fantástico en mi vida, tener mis dos hijas, verlas crecer, que me den a mis nietos; yo me despierto todos los días pensando en ellos. Vivo para ellos.

He tenido la suerte de poder querer y amar a mi familia y amigos con fuerza. Poder haber querido de esa manera, y que a su vez te quieran, ha sido la alegría de mi vida. Eso es suficiente. Todo lo demás es accesorio, aunque también es parte de la vida. Por eso me gusta viajar mucho con ellos, conocer lugares, compartir y crear memorias. Es toda una historia que no existiría si no hubiera hecho lo que hice allá.

Le preguntaría si tenía esperanza de que esta fuese su realidad mientras estaba en el lugar del accidente, luchando por su vida, pero usted no es amigo de esa palabra.
Para mi es una palabra rarísima la esperanza. La esperanza es una palabra linda, pero a veces es letal. Es dejar en los caprichos del destino que algo suceda. Eso es tener esperanza. «Tengo la esperanza de que vengan los helicópteros, pero ¿y si no vienen?» Por si solas las cosas no pasan.

¿Cuán presente tiene lo ocurrido en los Andes tantos años después?
No me olvido de los Andes, pero no baso todo en eso. Desde el día que salí de los Andes hasta ayer de noche nunca tuve una pesadilla sobre lo que pasó. No sé si es el cerebro que baja una cortina de acero, porque si me pongo a pensar ahora, lo recuerdo, pero nunca soñé sobre ello.

La historia contada en español

Para J.A. Bayona, el director español de La Sociedad de la Nieve, el libro de Pablo Vierci sobre el «Milagro de los Andes» apareció en su camino durante su trabajo de documentación para su premiado film Lo imposible. Fascinado por la novela, el director está tomando la oportunidad de volver a dirigir un film en español -luego de películas de Hollywood como Jurassic World- y con un plantel de jóvenes actores uruguayos y argentinos que incluyen, entre otros, al argentino Agustín Pardella como Parrado. El film rodó durante cinco meses en Sierra Nevada, donde, pese a la altura y el frío, la escasez de nieve resultó un problema para un director obsesionado con transmitir las sensaciones que vivieron los sobrevivientes en los Andes. El rodaje incluye también varias otras localizaciones, como en El Valle de las Lágrimas, donde ocurrió el accidente, y en Montevideo. La película, que se verá el próximo año, aún no tiene fecha de estreno confirmada.

El éxito no es casualidad

En la «segunda parte de su única vida», Parrado construyó una historia plagada de espectaculares logros. Su pasión por los motores lo llevó a construir la marca de Vértigo, que este 2022 cumple 40 años al aire. «Es un programa que me ha abierto muchas puertas en el mundo», comenta. «Me gusta hacerlo y fue un paso, al dejar de correr, seguir teniendo la oportunidad de seguir relacionado a los autos y las carreras». En la década del 90, luego del estreno de ¡Viven! ocurrió otro hecho que Parrado no pudo anticipar: una invitación a participar como speaker en un evento internacional. Una llamada por teléfono, una chica hablando en inglés y el coraje para hacer algo que nunca había hecho lo llevaron a probarse el traje de orador. «Tenía un ayuda memoria preparado, pero la ubicación del podio y la luz no me dejaba leerlo», recuerda. «Tuve que improvisar y la frase que se me ocurrió fue: ‘Yo no debería estar acá’». Debió hablar 50 minutos, pero completó casi dos horas. Gail Davis, la chica que tuvo la idea de contactarlo, renunció a su empresa y se volvió su agente. Parrado era su único speaker; 30 años después, GDA Speakers representa a más de cien personalidades de todo el mundo. Parrado, quien recibe entre 60 o 70 solicitudes al año, sigue siendo una de sus figuras: «Las conferencias me han dado la oportunidad de tener experiencias excepcionales. Son parte de mi vida. Poder haber cerrado el MBA en universidades como Harvard o IESE me da una satisfacción hacia mi familia anterior. Si mis padres me vieran estarían orgullosos». El éxito no es casualidad: «Por algo se llega ahí, nadie te regala nada».