La mirada enamorada

El valor de la empatía, la crianza respetuosa, el rol del juego y los cuentos, y el manejo de las expectativas por parte de los padres son algunos de los conceptos claves que la autora y sicológa argentina comparte en sus libros desde hace más de una década, desde la publicación de Criar hijos confiados, motivados y seguros, hasta su trabajo más reciente, Un ratito más.

Por Luis Cabrera

La autora lo recuerda como una «pesadilla». Fueron muchos años en los que Maritchu Seitún, sicóloga argentina especializada en crianza y una de las escritoras más importantes de su género en América Latina, buscó una editorial que le brindara la oportunidad de volcar en un libro todo lo que ella había aprendido en años de práctica. «El sicoanálisis hay que conocerlo y saber que es una ciencia; a la gente le cuesta compartirlo», afirma Seitún en diálogo con The Select Experience. «Yo me di cuenta de que lo que sabía le iba a hacer muy bien a muchos padres. Por eso lo comencé a escribir».

Entre textos generados para responder las preguntas más comunes surgidas en los años dictando talleres para madres, y otros que sirvieron como guiones para sus columnas en la televisión de cable, comenzó a tomar forma su primer libro.

«Armé el libro de acuerdo a la idea de la historia clínica que los sicólogos utilizamos para la evaluación de un paciente», explica. «Me fijé cuáles temas de esa historia clínica tenía escritos y cuáles no. Los completé y la pesadilla fue conseguir una editorial. Tarde unos dos años en conseguirla y otros tantos años en que me dieran fecha».

En 2011, Editorial Grijalbo publicó la primera edición de Criar hijos confiados, motivados y seguros. Hacía una paternidad responsable y feliz. El libro fue récord de ventas y se ha vuelto una obra de referencia para la enseñanza de psicología infantil y crianza en la región. Hoy Seitún es autora de más de una docena de libros, varios de ellos junto a su hija, Sofía Chas.

«Vuelco ideas de mucho sentido común, que me hubiese gustado aplicar cuando crié a mis hijos», explica Seitún sobre sus textos. «Yo quiero enseñarle a otros padres aquello que a mi me hubiese gustado saber».

Su recorrido como sicóloga devenida en exitosa autora siguió un proceso natural. Su terapeuta la inspiró a comenzar la carrera, una que veía «muy compatible» con la maternidad. Recién recibida comenzó a trabajar con niños, pero lentamente le dejó ese rol a colegas más jóvenes, para adentrarse en el trabajo con madres.

«Esto comenzó con mucha fuerza durante los talleres de madres, que los hacía en mi casa leyendo el libro El niño feliz [de Dorothy Corkille Briggs], un libro fabuloso que fue la piedra fundamental de toda la estructura», señala. «Hoy quedé con todas estas partes de mi persona: escribo libros, doy charlas en colegios y empresas, y acompaño a padres en orientaciones. Todo se fue dando naturalmente.

Los padres empáticos

La carrera de Seitún atraviesa décadas de profundos cambios, donde el enorme desafío de la crianza de nuestros hijos se ha visto disrumpido por los avances tecnológicos y los cambios culturales que han sufrido nuestras sociedades. Luego de pasar de sistemas autoritarios a sistemas permisivos, encontrar el justo balance entre empatía y firmeza es la clave para criar niños que puedan desplegar todo su potencial.

¿Cuán difícil es para padres y madres adaptarse a criar a sus hijos para una realidad muy diferente para la cual ellos fueron criados?
Es complicado porque en nuestro cerebro tenemos camino neuronales que se consolidan a los cuatro, cinco o seis años. Uno es papá como fue hijo o es mamá como fue nuestra mamá. Hoy te enseñan el valor de la empatía, que el niño tiene que ser respetado antes de aprender a respetar, que cuando el chico está asustado es inútil explicarle nada porque sabemos que no va a entender. Son cosas nuevas que son interesantes de transmitir para ver si los padres logran cambiar los caminos neuronales. No es fácil. Yo hoy abuela me encuentro por caminos que no son buenos, porque también me sale el automático y el automático es la vieja usanza.

Uno de los roles de Criar hijos confiados, motivados y seguros es enseñar sobre esa empatía. ¿Cómo es ese proceso?
Básicamente lo que hace ese libro es contarle a los papás que muchas de las veces que nos enojamos están relacionadas a las maneras en las que interpretamos la realidad. Lo primero que les cuento a los papás es que si ellos logran una mejor mirada, una más abierta, van a poder conservar la «mirada enamorada». Un ejemplo: un chico no quiere hacer la tarea y la mamá interpreta que es por rebelde o desobediente; porque nunca hace lo que se le pide. Yo digo: ¿Estás segura de que es por eso? ¿No será que a lo mejor le cuesta estudiar y ya en el colegio lo pasó mal? Quizás le cuesta prestar atención o no tiene buena lectura comprensiva. Hagamos una evaluación de aprendizaje. Yo no conozco al niño vago; conozco niños que tienen dificultades para aprender, puede ser de atención o puede ser por otro motivo.

La «mirada enamorada» es un concepto muy bonito. ¿Cómo se cuida?
Es una frase que me enseño una amiga: «Los niños crecen en la mirada enamorada de sus padres». Todo mi objetivo es que los padres no pierdan esa «mirada enamorada». Yo le llamo trabajo de arqueólogo: el adolescente pegó un portazo y, como madre, puedo volverme loca de enojada, gritarle; o decir, «se enojó», salir de la superficie, dejar de ser un reactor, y bajar a analizar la situación ¿Por qué se enojó? Nuestros padres no bajaban a ningún lado. No vamos a felicitarlo por el portazo, vamos a establecer esos límites, pero el resultado final es que ese chico nos pueda escuchar, algo que no pasa si reaccionamos como una pantera. Un concepto básico es evitar decir: «Me pegó un portazo». No, pegó un portazo por el enojo, no me lo pegó a mí. No tenemos que tomarnos las cosas personalmente.

¿Qué nos permite lograr ese proceso?
Lo que permite es que haya un adulto empático, que pueda ponerse en el lugar del hijo, y enseñarle a ser empático, porque la empatía se enseña con empatía. Hay que entender lo que pasa; a veces se puede decir que sí y otras que no, pero como entiendo tu enojo, no me enojo con tu enojo. De la otra manera, solo echamos queroseno al fuego.

¿Cómo se logra un balance entre ser autoritario y ser tan comprensivo que se pasa a ser permisivo?
El sistema autoritario tenía de maravilloso la firmeza, pero tenía cero empatía: «Bancátela, y si te gusta bien, y si no, también». Teníamos que esconder lo que sentíamos porque no gustaba. La reacción fue el sistema permisivo: su majestad el niño que haga lo que quiera. Hubo mucha gente que crió de esa manera. Incluso el doctor Benjamin Spock [autor de El libro del sentido del común del cuidado de bebés y niños (1946)] dijo un día: «Perdón, me equivoqué en mi libro anterior». Había arruinado una generación de niños y adolescentes con este sistema. Hoy logramos tener lo bueno del autoritario, la firmeza, y del permisivo, la empatía, y tenemos la crianza respetuosa.

¿Qué caracteriza a la crianza respetuosa?
Es una crianza respetuosa de la persona, no de la conducta o la palabra. Respeto tu fastidio, ofensa o miedo, pero no podés dar portazos. Este modelo intermedio toma lo mejor de cada uno de los otros. El modelo autoritario generaba fortaleza interna, éramos hijos todo-terreno que bancábamos esperas, esfuerzos, frustración y sufrimiento. Los hijos de padres permisivos, por otra parte, se creen la Mujer Maravilla o el Hombre Nuclear, pero no tienen fortaleza interna, no saben sufrir o esforzarse. Este modelo tiene lo mejor de las dos: no te bajo la autoestima, entiendo que tenés derecho a estar celoso, pero no tenés derecho a pegarle a tu hermanito y no te lo voy a permitir. Mucha gente confunde esto. El respeto no se enoja a los gritos; entiende el fastidio, pero pone límites.

Aceptar al hijo real

La pandemia tuvo también su impacto en la dinámica familiar; los hombres, que lentamente habían comenzado a descubrir lo maravilloso de estar más presentes en la vida de sus hijos, aceleraron esa transición. Sin embargo, el camino hacia una verdadera división de tareas recién comienza.

¿Notaste un cambio en los diferentes roles durante la pandemia?
Sí, pero no es fácil cambiar esos roles. Si bien los hombres ya no es que «ayudan» -«Yo ayudo y cambio pañales», como decían-, igual vimos durante la pandemia que las que más se estresaban eran las mujeres, porque estaban a cargo de casi todo en la casa. Entendemos la teoría, pero los caminos neuronales son más difíciles de cambiar de lo que creemos. A lo mejor faltan un par de generaciones para que sean equipos de verdaderos pares.

¿Cúan positivo resulta este nuevo rol del padre?
Yo les digo a los papás que no se ocupan de la crianza que no saben lo que se pierden. Los que se ocupan saben el valor que tiene; ellos mismos dicen que está muy bueno estar presente. La figura de apego principal es a quien el chico convoca cuando está enojado o asustado, y es lindo que el papá también sea refugio.

Otro de los conceptos que compartís con madres y padres es saber manejar las expectativas. ¿A qué te referis?
A que hay que aceptar al hijo real. Muchas veces el padre quiere que haga deporte y la madre que sea artista, por lo que el chico está tironeado como Tupac Amaru. El chico debe ser lo que él quiere ser. Hay que hacer el duelo del niño que deseábamos tener y aceptar al que tenemos. Esto tiene que ver con las expectativas. Voy a conservar más fácil la «mirada enamorada» si no necesito a mis hijos para que me suban mi autoestima; si no necesito que coman la comida que preparé o que se saquen buena nota para sentirme buena madre.

¿Está mal si nuestras vidas giran alrededor de ellos?
No, mi vida puede girar alrededor de mis hijos si mi autoestima es la mía, pero si los necesito a ellos para sentirme bien conmigo mismo, eso es un problemón. Es muy importante que nosotros regulemos nuestro estado: cuidar bien a un hijo es cuidarme bien yo. La culpa de mi malestar no puede ser de nuestro hijo; somos adultos, tenemos que poder sostenernos solos. Como decía antes, es clave también no tomarme las cosas personalmente: entiendo que mi hijo hace lo que hace porque emocionalmente está en ese momento y no puede hacer otra cosa. Debemos manejar nuestro estrés, porque también tiene mucho peso.

¿Qué rol cumplen las redes sociales en ahondar las inseguridades de los padres generando espejos de madres y padres «perfectos»?
Hay un montón de gente que consume ese tipo de contenido. Hay que estar atentos a buscar páginas con madres y padres reales que hablen de las dificultades de la crianza. Nos vamos a ver mucho más identificados y no vamos a sentir tantas culpas. Los autores hablamos de padres «suficientemente buenos», no de padres perfectos. Tenemos que estar atentos qué seguimos en las redes para ver a padres y madres reales.

DOS CUESTIONES ACTUALES
¿Cuándo debe el niño relacionarse con la tecnología y las pantallas?
«Lo primero que digo es viva la tecnología y las pantallas. El teléfono y la computadora me permitieron escribir estos libros. Son una maravilla, pero nosotros somos adictos a ellas; tenemos que regular nuestro uso para ser ejemplo de nuestros hijos. Nos quieren convencer de que los chicos son nativos digitales, y los chicos fueron, son y serán nativos vinculares. Un bebé si no está vinculado con otro ser humano se muere. Es muy importante que nosotros hagamos buen uso de la tecnología y que les enseñemos a hacer buen uso. El niño se enojará cuando le saquemos la pantalla, pero es necesario. Es difícil hacerlo, pero esto debe comenzar por nuestra propia regulación de la pantalla».

¿Cuándo debemos hablar de identidad de género?
«Te voy a responder con mi preocupación. Creo que está muy buena esta apertura, hay seres humanos de todo tipo con derechos de tener sus identidades de género y sexuales, pero la sociedad se está apurando. Esto es algo que ocurre en la adolescencia. Cuando un chiquito dice “me hubiera gustado ser hombre o mujer”, no podemos apresurarnos a decir “ok, te respeto”, sino averiguar mucho y acompañarlo. Un niño de cuatro años no puede cruzar la calle solo y tampoco puede saber lo que quiere para su vida. Esto se relaciona con un alto nivel de fanatismo. Los chicos deberían ser chicos durante cierto tiempo y luego crecerán y tomarán sus decisiones. Me preocupa la forma subliminal en que aparecen enstos temas en distintos videos -Disney o Pixar, entre otros- antes de que lso chicos estén listos para comprender y procesarlos. Hay que atender todo esto, investigarlo con mucho cuidado y respeto, pero hay muchas cuestiones antes de terminar de aceptarlo».

GUÍAS PARA LA CRIANZA

Criar hijos confiados, motivados y seguros (2011, Grijalbo)
En este éxito rotundo de ventas, Seitún brinda herramientas para que los padres acompañen a sus hijos en el camino a la madurez, ayudándolos en el desarrollo de su autoestima y en sortear las dificultades que presenta cada instancia de la infancia. Un libro que busca aliviar a los padres, y que los guía y estimula a seguir compartiendo y creciendo junto a sus hijos.

Capacitación emocional para la familia (2013, Grijalbo)
En este texto la autora despliega el enorme abanico de emociones por las que atraviesan nuestros hijos en su vida cotidiana, nos ayuda a reconocerlas y comprenderlas y nos ofrece herramientas para acompañarlos en su maduración.

Latentes (2015, Grijalbo)
El periodo que va de los 6 a los 11 años, la latencia, se presume tranquilo: los niños ya no son tan pequeños, ni tampoco adolescentes. La autora propone aprovechar esa etapa para fortalecer las bases de la integridad personal: disciplina y límites, valores morales, amistad, amor, cuidado del cuerpo, sexualidad y toma de decisiones.

Apego y crianza (2019, Grijalbo)
En esta colaboración con Inés Di Bártolo, especialista en teoría del apego, analizan cómo se constituyen los vínculos, qué patrones se pueden cambiar, cómo construir los límites, la importancia de la autoridad y cómo lograr ser guías para nuestros hijos.

Cuentos para chicos para ayudarlos a resolver, cuestiones de la vida diaria 
Los libros ¡Chau pañales! (2013), ¡Al doctor! (2013), ¡Chau chupete! (2015), ¡A la cama! (2015), ¡A comer! (2017), ¡Esperando al hermanito! (2017) y Coco y Mini quieren saber (2019), este último enfocado en la sexualidad, son una colección de cuentos ilustrados, publicados individualmente y creados en conjunto con su hija Sofía Chas, pensados para ayudar a que los pequeños puedan resolver las dificultades que aparecen en la vida diaria frente al aprendizaje de los hábitos.

Eliseo y las flores (2022, Grijalbo)
Realizado junto a Chas y Cintia Roberts, este cuento es una historia para entender la celiaquía y otras alergias alimentarias, una aventura para comprender mejor a aquellos que deber llevar una alimentación diferente, acompañarlos, y abordar el cambio con atención y cuidados a la vez que sin miedo ni culpas.

Un ratito más (2023, Grijalbo)
La más reciente colaboración entre Seitún y su hija Sofía: «Este es un libro para padres, donde reforzamos la importancia del juego y de los cuentos para acompañar a sus hijos a resolver problemas o entender situaciones. Enseñamos cómo hacer un juego o un cuento a un chico que se fue del país o que se le despertó una diabetes tipo 1», detalla Seitún. «A los chicos les hace muy bien que los padres acompañemos estos procesos con historias. Les explicamos a los padres cómo hacer su propio libro que se ajuste a su situación».

*sus libros se encuentran disponibles en varias librerías del país, incluyendo Bookshop